Parece como si estuviese hablando del argumento de la
película Olvídate
de mí, obra
de Charlie Kaufman, donde se plantea la posibilidad de borrar
selectivamente recuerdos luctuosos como, por ejemplo, a una ex que nos
ha hecho trizas el corazón. En la película no se profundizaba apenas sobre la
tecnología empleada para conseguir tal cosa, más bien era la excusa para
explicar una historia, casi el Deus ex machina.
Sin embargo, los recientes avances en neurociencia
podrían hacer realidad la premisa de Olvídate de mí. Sobre todo a
raíz de un nuevo estudio pionero llevado a cabo por investigadores de la Universidad
de California, que borraron y luego reactivaron recuerdos mediante la
estimulación de las neuronas en los cerebros de ratas genéticamente
modificadas con una serie de pulsos de luz.
Borrando el
trauma
El médico y farmacólogo escocés James W. Black desarrolló
el propranolol en la década de 1960 que servía a parte de para combatir
enfermedades cardiacas, para borrar el dolor de un recuerdo. Al parecer, dicha
sustancia, un beta-bloqueante que neutraliza los efectos de las hormonas del
estrés, no eliminaba los sucesos de nuestra memoria, pero sí sus peores
efectos: las trazas emocionales. Así pues, se continuaría
recordando el hecho, pero no el dolor que nos provoca. Una víctima
de violación quizá mitigue de este modo las pesadillas, el temblor o el miedo
al sexo y consiga hablar de lo sucedido sin sentir angustia. Después de todo,
el propranolol resulta más efectivo que la técnica empleada en Olvídate
de mí, pues al eliminar todo lo que le recuerde a su pareja, el
protagonista también borraba los buenos recuerdos. Propranolol sólo borraría el
trauma y dejaría el poso.
Consumido por millones de hipertensos en el
mundo, el propranolol actúa sobre los receptores beta-adrenérgicos de
la amígdala (estructura cerebral relacionada con el aprendizaje
emocional y la modulación de la memoria) durante el procesamiento de
información emocional, como sugirieron Merel Kindt y sus colegas
del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad de Amsterdam en un
estudio publicado
en la revista Nature Neuroscience. Su hipótesis fue que propranolol
puede que "interrumpa la síntesis de proteínas de la memoria amigdalar del
miedo, provocando la alteración de ese recuerdo".
Borrando y
restaurando recuerdos
Ahora nos llega el primer estudio, publicado en la
revista Nature y dirigido por el neurocientífico Roberto
Manilow (Universidad de California), que sugiere directamente que el
fortalecimiento o debilitamiento de las sinapsis es la base fundamental para la
memoria, y que por tanto podríamos borrar o recordar de nuevo cualquier
recuerdo. No solo sus trazas emocionales, sino el recuerdo por entero, como si
nunca hubiese ocurrido. Tal y como ha señalado Manilow:
Podemos formar un recuerdo, borrarlo y
luego reactivarlo, a voluntad, aplicando un estímulo que selectivamente
refuerza o debilita las conexiones sinápticas (entre neuronas).
El estudio, de momento, solo se ha realizado en ratas modificadas
genéticamente para que sus células cerebrales produjeran una proteína sensible
a la luz que podría ser activada por un pulso de luz emitido por una fibra
óptica implantada en el cerebro. A continuación, les enseñaron a
asociar estímulos luminosos sobre estas células nerviosas con descargas
eléctricas y dolorosas en sus patas. Las ratas, de esta forma, aprendieron
a tener miedo a los estímulos luminosos. Este aprendizaje se produjo en parte
por el fortalecimiento de ciertas conexiones sinápticas, así que las
debilitaron con unos impulsos luminosos distintos.
Finalmente, las ratas olvidaron asociar la luz con el
dolor, es decir, que olvidaron tener miedo. Como Juan Sin
Miedo. Lo más interesante es que el proceso es reversible:
reactivaron el recuerdo del dolor y las ratas volvieron a tener miedo a las
descargas, aunque no hubieran sufrido de nuevo el dolor.
Si los resultados obtenidos se logran reproducir,
quizás su metodología podría servir para estudiar algunos mecanismos para
fortalecer las conexiones sinápticas en personas que sufren Alzheimer.
Fuente:
www.xatakaciencia.com
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